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LA MAYOR OLA

La Organización Meteorológica Mundial ha establecido un nuevo récord mundial de “altura significativa” para una ola oceánica, con 19 metros, medida por una boya de la red de estaciones meteorológicas automáticas marinas del Met Office británico en el Atlántico Norte. La ola fue registrada por una boya automatizada a las 06:00 UTC del 4 de febrero de 2013 entre Islandia y el Reino Unido (aproximadamente 59°N-11°W). Siguió el paso de un frente frío muy fuerte, que produjo vientos de hasta 43,8 nudos (81,1 kilómetros por hora) sobre el área. El récord anterior de 18,275 metros se midió el 8 de diciembre de 2007, también en el Atlántico Norte.

 

La altura de las olas se define como la distancia desde la cresta de una ola hasta la depresión de la siguiente. El término "altura de ola significativa" significa el promedio del tercio más alto de olas medido por un instrumento y es comparable a lo que un observador vería como un promedio de aproximadamente 15-20 olas bien formadas durante un periodo de aproximadamente 10 minutos. Las olas más altas ocurren típicamente en el Atlántico Norte. Los patrones de circulación del viento y la presión atmosférica en el Atlántico Norte en invierno provocan intensas tormentas extra-tropicales, a menudo llamadas "bombas". Esto significa que el área de las mesetas submarinas del Gran Banco de la costa canadiense alrededor de Terranova al sur de Islandia y la costa oeste del Reino Unido son los principales candidatos para los registros de olas.

 

Hasta hace pocos años, las olas gigantes (freak o rouge waves) fueron consideradas como leyendas o mitos aunque los relatos de marineros y los daños infligidos a barcos sugerían su existencia. Antes de mediados del siglo XX el desconocimiento era tal, que por ejemplo en un libro italiano del siglo XVIII, el autor llegó a afirmar que matemáticamente se había probado que ninguna ola podría superar los 3,72 metros de altura. Con los años este umbral de altura de ola máxima se fue ampliando, aunque durante muchos tiempo, y hasta el año 1995, los modelos matemáticos seguían insistiendo que las olas mayores de 15 metros de altura eran eventos muy raros, con una probabilidad de producirse de "una vez cada 10.000 años".

 

Sin embargo, en la comunidad marinera se hablaba de olas de más de 30 metros de altura, que podían aparecer sin previo aviso en mitad del océano, incluso contra la dirección dominante de las olas. Muros casi verticales, precedidos de un seno muy profundo, capaces de generar sobre los cascos de los buques presiones de hasta 100 t/m², que provocaban que se hundiesen en cuestión de segundos, o sufriesen daños muy graves, al superar en más de seis veces la presión que les causaría una ola de 15 metros.

 

De hecho, y precisamente por sus terribles consecuencias, muy pocos han sido los testimonios que han llegado de barcos que hayan sobrevivido a estas embestidas. Eran tan pocos, que durante siglos la presencia de estas "olas monstruosas" fue considerada otra leyenda marítima más, a pesar de testimonios como los del petrolero USS Ramapo, que en 1933, y en el Pacífico Norte, se encontró con una ola que su tripulación estimó en 34 metros; o del Queen Mary, que en 1942, a 700 millas de Escocia, y cuando transportaba a 15.000 hombres en sus camarotes, fue golpeado de costado por una ola de 28 metros que lo escoró brevemente unos 50º; o del crucero italiano Michelangelo, que en 1966, frente a las costas de Nueva York, sufrió la rotura de los cristales de su puente, situado a 24 sobre el mar; o del petrolero Stolt Surf, cuyo encuentro con una ola en el Pacífico, que superada los 22 metros de altura del puente del barco, fue fotografiado por el jefe de máquinas.

 

La evidencia científica, que hizo cambiar el enfoque, llegó el 1 de enero de 1995. Ese día se midió, no visualmente, sino con un sensor, un ola de 30 metros de altura en la plataforma petrolífera Draupner en el Mar del Norte. 

 

Tras la ola Draupner, ha habido otros encuentros de buques con olas gigantes. El Queen Elizabeth 2, en 1995, y durante una tormenta en el Atlántico Norte, se encontró con una ola de 29 metros. El testimonio del capitán contaba que la ola "surgió de la oscuridad" y por su dimensión, "parecía los acantilados blancos de Dover". En 2001, y en el Atlántico Sur, dos buques el Bremen y el Caledonian Star, se vieron sorprendidos por la misma ola, que destrozó las ventanas de sus puentes, situados a 30 metros por encima del nivel del mar. El Norwegian Dawn, el 16 de abril de 2005, se encontró hasta con tres olas seguidas, cerca de costa de Georgia en los Estados Unidos, que superaban los 20 metros.

 

Gracias a las imágenes de satélite, se ha podido comprobar que las olas de hasta 30 metros son mucho más comunes de lo que se pensaba. El Proyecto MaxWave, liderado por el instituto alemán GKSS y desarrollado en el año 2001, y gracias a las imágenes de radar tomadas desde los satélites ERS-1 y ERS-2 de la Agencia Espacial Europea, se identificaron un significativo número de señales que probaban que las olas gigantes se podían encontrar con una mayor frecuencia de lo que se esperaba hasta entonces. Durante las tres semanas que duró el proyecto, se tomaron 30.000 imágenes del océano, cubriendo un área de 1,5 millones de km². En toda esta superficie, y durante ese periodo de tres meses, se detectaron olas gigantescas en 10 de las secciones analizadas, una por cada 150.000 km². 

 

Pero las olas más grandes de las que se tiene constancia no han sido olas causadas por fenómenos meteorológicos, sino olas que tienen su origen en perturbaciones sísmicas submarinas. Cuando estas olas, que viajan a velocidades de hasta 200 km/h, llegan a costa, su altura se incrementa espectacularmente hasta alcanzar varias decenas de metros. Por los efectos de dichas ondas en tierra, se sabe que por ejemplo en las costas de Chile y Perú las olas llegaron hasta los 40 metros y una de 70 metros, registrada en Cabo Aopatka, en la península de Kamchatka, en 1737. La ola más grande se creo el 9 de julio de 1958 en la bahía de Lituya, situada en el suroeste de Alaska; se estima alcanzó los 516 metros de altura, fue causada por un terremoto de escala 8,3 que derribó parte de una montaña y un glaciar, y que provocó la caída a la bahía de una masa de 30 millones de metros cúbicos.

 

Puertos del Estado dispone de varias redes de medida. Una de ellas es la Red Exterior de boyas multipropósito. Son boyas provistas de un sensor de oleaje direccional y fondeadas lejos de la costa donde los efectos de la batimetría y de la línea de costa no afectan a las medidas. Gracias a estas boyas, se tienen los registros de las series brutas de elevaciones de la superficie del mar con los que las olas gigantes pueden ser detectadas y estudiadas estadísticamente.

 

Durante el mayor temporal registrado en las Costas Españolas (24 enero 2009), se registraron estas olas excepcionales, con más de 26 metros frente a Santander, 23 metros en la zona de Estaca de Bares y 21 metros en la costa de Bilbao. En otros grandes temporales se midieron olas con 22 metros en Bilbao (8 de marzo de 2008), y más de 23 metros frente al Cabo de Peñas (9 de diciembre de 2007). En 2014 en la costa gallega frente al Cabo Villán, se llego a los 27,81 metros, la más grande jamás registrada en aguas españolas. Ese mismo día, otra masa de agua de 17 metros de alto llegó a las costas de San Sebastián.

 

En el Mediterráneo, las máximas olas registradas superan los 12 metros. En el mes de diciembre de 2008, durante un fuerte temporal, tres personas fallecieron en Barcelona, una de ellas en el dique Sur del mismo Puerto. La zona se encontraba en alerta por la previsión del mal tiempo. Lamentablemente, no hubo medidas de aquel día ya que la boya que habitualmente opera en la bocana del Puerto se encontraba en tierra a la espera de que se designara una posición segura para su fondeo tras varios accidentes provocados por el tráfico marítimo de la zona.

 

Redacción Marcabrera